Los recientes números que señalan un descenso en la visitación turística a nuestro país no son más que otra bomba de realidad de muchas otras que nos están explotando en la cara. Hemos vivido las últimas décadas intentando esconder y disimular las pesadillas que nos agobian a diario y hemos creído que iba a ser posible seguir “pateando la bola” en vez de enfrentar y resolver los problemas nacionales. El aumento de la criminalidad, el deterioro de la seguridad social, el incierto futuro de las pensiones, el bajo nivel de la educación pública y el caos vial, solo son otras ollas de presión que han ido detonando.
La gran mayoría de turistas nos visitan por vía aérea. Si no se amplían las terminales de los principales aeropuertos internacionales para recibir más vuelos, no es precisamente por teletransportación que arribarán los visitantes. Sin más salas de abordaje, se les está poniendo una zancadilla a las aerolíneas nacionales para que aumenten su flota y destinos, factor vital para alimentar también a las líneas aéreas domésticas y vuelos chárter con más pasajeros.
Mientras Tocumen, Lima y San Salvador han ampliado sus aeródromos, en Costa Rica fue como de telenovela la simple reparación de la pista en Liberia. Ello, sin mencionar las obras pendientes en este aeropuerto desde 1977 y la falta de controladores de tráfico aéreo a nivel nacional, entre otros retos para la industria aérea.
Si nos desplazamos a Limón, ¿dónde están las megaobras de infraestructura construidas por Japdeva y las municipalidades para levantar social y económicamente esa provincia? Pese a que, entre el 2019 y el 2024, los recursos disponibles fruto de la Terminal de Contenedores de Moín alcanzaron los $101,9 millones, la Contraloría ha reportado que Japdeva no ha utilizado ni el 3% del canon de APM Terminals y las inversiones propuestas no son ambiciosas ni significativas.
Mientras una cara del Caribe son yates, cruceros e hidroaviones en Bahamas, Aruba y Curazao, nuestro Caribe pareciera incapaz de construir siquiera una simple marina. Al menos se podría utilizar parte del canon para modernizar la ruta 32 y que deje de ser un atentado contra los usuarios.
De regreso a Guanacaste, ¿cuántos 25 de julios más habrá que esperar para que la provincia mejore su abastecimiento de agua potable? ¿Por qué con tan exuberantes hoteles, hospedajes y apartamentos de lujo, no se ha logrado establecer un círculo virtuoso en la Pampa? Lo lógico es que, mediante los impuestos que se cobran, el dinero se invierta en carreteras, aceras, urbanismo, ornato, escuelas y demás infraestructura pública. Por ejemplo, el aeropuerto Daniel Oduber sufre picos de congestión de aeronaves, ya que el aeródromo no está diseñado para recibir a la vez vuelos de aerolínea, privados, ejecutivos, helicópteros, gubernamentales, de carga y chárters. Además, la entrada y el parqueo de vehículos también está abarrotado de microbuses, shuttles, minivans y un largo etcétera, sin que se ve luz al final del túnel.
Al turista se le ofrecen monos, tucanes y orquídeas a cambio de soportar interminables presas por vías peligrosas. No debería ser un deporte de aventura transitar por carreteras sin señalización horizontal ni vertical, sin guardarraíles, ojos de gato ni iluminación, y abundantes en huecos, baches, grietas, desmedidas vallas publicitarias, taludes, laderas y derrumbes. ¿Cuántos años se ha intentado negociar la ampliación de la ruta 27? ¿Cuántos 14 de setiembre se ha prometido la ampliación de la Florencio del Castillo con su conexión a la Circunvalación? ¿Cuántas décadas llevamos soñando con un tren urbano eficiente en la Gran Área Metropolitana?
Se ha ignorado la sensación de urgencia: arterias vitales como San José-San Ramón y la nueva ruta a San Carlos han tardado un cuarto del tiempo de nuestra vida independiente en construcción sin que estén concluidas. Lo óptimo sería que la Costanera, la ruta 21 y Liberia-Peñas Blancas fuesen de cuatro carriles, y debo mencionar la ruta 32 nuevamente, pues comunica la capital con el puerto más importante del país.
Las ciudades modernas se basan en sistemas de transporte público intermodales, confiables, seguros, puntuales y eficientes. El tener que caminar más de un kilómetro por la avenida central de San José, bajo el sol o la lluvia y en medio de la delincuencia, para conectar entre paradas de autobús es un delirio. Si esta ineficiencia es un insulto para los costarricenses, ¿qué pensará un extranjero mientras intenta encontrar información básica sobre rutas, frecuencias y tarifas?
En turismo, Costa Rica no solo compite contra Centroamérica. Los futuros visitantes barajan si Filipinas, Maldivas, Seychelles, Bora Bora, Namibia o Costa Rica valdrán la pena para disfrutar, gastar e invertir. ¿6 dólares por un café? ¿20 dólares por un cóctel? ¿3 homicidios diarios?
Como costarricenses, somos afortunados de vivir en un jardín abierto a ser compartido con el mundo. Sin embargo, no será sostenible mercadear indefinidamente las playas, volcanes, flora y fauna, como lo damos por sentado. Si no se resuelven con valentía y transparencia los problemas medulares de la nación, el país dejará de ser atractivo para nosotros mismos y para los turistas. Ya lo estamos viviendo y sufriendo.
Franco Mainieri Murillo es piloto comercial.
